Está limpio y enfocado, pero no canta victoria, porque la drogadicción es una enfermedad que está “cab...” y atrapa a los usuarios en un verdadero infierno.
Así se expresó ayer Pablo Montero, uno de los protagonistas de la telenovela “Fuego en la sangre” y cuyo concierto en el Coliseo de Puerto Rico José Miguel Agrelot, pautado originalmente para el próximo 26 de abril, fue pospuesto para el 14 de junio por presuntas dificultades en los trámites de visado de su equipo de trabajo, aunque la venta de boletos discurría lenta.
Montero, quien arribó al Hogar Crea de Río Piedras a bordo de una guagua estampada con la promoción de su concierto, habló de su calvario los narcóticos.
Después de un año en que tocó fondo y estuvo preso por posesión de drogas, Montero no puede afirmar que se haya rehabilitado.
“Cuando voy a mi grupo de terapias digo cosas que aquí no es posible hablar. Son intercambios muy reconfortantes como persona, como padre y amigo. Pero no me siento rehabilitado, porque esto es una enfermedad que nunca se quita. Estar aquí me llena muchísimo de vitalidad y fuerza para seguir, porque es mucha la energía que recibes de toda la gente que está aquí”.
Su infierno comenzó al mezclar licor con cocaína, sustancia que le llegó fácilmente en el medio artístico.
“No me gusta hablar mucho de eso, pero tomaba alcohol, todo lo que todo el mundo toma, pero hubo una ocasión en que usé cocaína. Eso es bien dañino; (la cocaína) es una de las drogas más fuertes y de las más adictivas, con las que se está atacando a la juventud; a millones de jóvenes en las escuelas, en los bares y todos lados. En cualquier lugar que vas aparece”, reveló Montero al opinar que la lucha contra el narcotráfico debe ser responsabilidad de los gobiernos.
Pablo Montero llegó al Hogar Crea con un librito de reflexiones que lleva a todas partes. Ahora que ha conciliado la paz con Dios, con su familia y consigo mismo, Montero contó que leyendo meditaciones bíblicas y los testimonios de otros adictos ha superado su dependencia.
“Desde que salí de la institución Oceánica lo llevo en mi maletín. Y cuando siento que está fallando la transmisión lo leo”, dijo Montero antes de intercambiar impresiones con la primera dama Lucé Vela de Fortuño.
Durante su encuentro con la asamblea de Crea se emocionó al hablar de su drogadicción y le recordó al auditorio, en su mayor parte de jóvenes, que en la libre comunidad la vida está “cab...”.
Relajado, coherente y con simpatía, Montero abundó sobre lo que pasó al verse involucrado la vorágine mediática en la que se dilucidó su problema.
El primer paso para neutralizar su adicción fue reconocer su dependencia sicológica y fisiológica a la cocaína. Luego, admitió que necesitaba ayuda.
“Afuera es necesario cuidarse de los viejos hábitos y de las malas amistades. Uno comienza a aislarse de Dios, de su familia y de los verdaderos amigos. Es importante acercarse al grupo de apoyo y a la familia”, recordó Montero, de 34 años, al puntualizar que “cada recaída es peor y más fuerte”.
Pablo Montero compartió su autógrafo, se retrató con Carol Santiago y su hija Carelis, y cantó a capela melodías como ‘Ojalá que te vaya bonito’.
El septuagenario Pedro Juan Osorio le dijo que en las instalaciones de Crea hay caballos de paso fino y que no se podía marchar sin galopar. Al final, Pablo se quitó la chaqueta crema, soltó el nudo de la corbata y montó un potro, arrancando el aplauso de la comunidad.
La población de Crea sabe que Montero, naturalmente, no le robó a sus seres queridos ni asesinó a nadie para buscar su cura, ni tampoco rompió “en frío” con la cocaína. Sin embargo, muchos coincidieron en que su gesto es digno de encomio.[/color]